Archivo del sitio
The Americans 1×04. ¿Teléfono rojo? Volamos hacía Moscú.
30 de marzo de 1981. Disparan al presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. El secretario de estado Alexander Haig declara que tiene el control aquí (de la superpotencia americana) ya que el vicepresidente George H. W. Bush (padre) estaba volviendo en el Air Force Two a Washington D.C. Horas de máxima tensión. Repetición en la televisión hasta la extenuación del tiroteo que fue filmado en cinco diferentes ángulos. No se sabe nada del estado del presidente del país americano. Se crea tanto un cisma en la sociedad como en los enemigos. ¿Quién ha sido? ¿Qué medidas hemos de tomar? ¿Cómo se responderá? ¿Cómo se contrarrestará? ¿Es hora de enseñar quién tiene el misil más grande?
«Django Desencadenado V/S El Lado Bueno de las Cosas»
Me gusta el cine, y todo su entorno. Me gusta mirar la cartelera, escoger una película, comprar las entradas, coger palomitas, golosinas y coca-cola zero. Pero sobretodo me gusta aquel momento en el que me siento en mi butaca y se apagan las luces. Han pasado algunas semanas desde la última vez que realicé este procedimiento exacto. Era el estreno de «Django Desencadenado», al que acudí atraído por sus nominaciones tanto a los Oscar como a los globos de oro, y también por la expectación mediática que se había creado gracias al tirón que tiene Tarantino. Yo, antes de ese día no era «Tarantinísta». Después tampoco. Una historia bien pensada, mucha sangre y poco más; quizá lo que le salve sea el recurso del extinguido género western. Por lo demás, para mi, ni mejor guión, ni mejor película.
Esta semana volvió a suceder. Era día del espectador en Cornellà y allí estaba yo, listo y dispuesto a ver «El lado bueno de las cosas».
Una especie de comedia dramático-romántica que a su favor tenía 8 nominaciones a los Oscar (después de lo de Django, eso no representaba nada), entre ellas la de mejor película, director, actriz y actor principal. Toda una grata sorpresa, que trataba de ese tipo de cosas dolorosas que de tanto en tanto pasan y te dejan tocado, esas «putadas» que no te esperas y que te causan algún que otro tipo de problema psicológico. Una sorpresa, de esas que al encenderse las luces, te hacen pensar y sentir que el precio de la entrada está amortizado y que ha sido buena decisión pagar por verla. La disfruté, me reí, a pesar de no ser de esas comedias que buscan forzosamente hacerte reír, me mantuve atento y me hice cómplice de la peculiar historia del guaperas de Pat (Bradley Cooper, Resacón en Las Vegas) y de su evolución junto a la aún más guaperas Tiffany (Jennifer Lawrence, Los Juegos del Hambre), de la que he de decir que me ha encantado ver en un papel más adulto, más real; un gran papel, una gran actuación, que sin duda ha sumado muchos puntos a su favor y muchos más para la película en sí.
Robert de Niro también hizo lo suyo interpretando al padre de Pat, con un papel poco trascendente, pero que opta al Oscar al mejor actor secundario, premio que yo personalmente no le otorgaría.
En conclusión, la película del director David O. Russel (The Fighter), se presenta como una gran variante, independientemente de los premios que pueda recibir; por que el guión me sorprendió, por que me hizo reír, por que es optimista, por que las interpretaciones estuvieron muy a la altura, por que transmitían con cada gesto y por que a pesar de que ya todo está inventado, me pareció una historia conmovedora, original y divertida. Si bien, es muy posible que no se lleve el Oscar a la mejor película, estoy seguro que Bradley o Jennifer (quizá los dos) serán reconocidos, deben serlo.